viernes, 14 de noviembre de 2014

House of Cards – No una simple serie sobre política

   House of Cards, una de las más famosas series originales de Netflix, ha estrenado su segunda temporada el 14 de febrero, causando una explosión de fanáticos demostrada en las redes sociales. Tiene de particular varias cosas, y una de ellas es el hecho de que todos los capítulos son lanzados al mismo tiempo, lo que permite que cada espectador se ordene su tiempo para disfrutarla.

   Esta serie, la cual es una de las preferidas del presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, cuenta la historia de Frank Underwood, un político norteamericano (interpretado por Kevin Spacey) capaz de muchas cosas, poco éticas, para alcanzar su mayor deseo: el poder. Con la ayuda de su esposa (Robin Wright), directora de una organización ambiental sin fines de lucro, Underwood maneja a su antojo a las personas y, a través de ellas, a la cúpula de la política del país “más importante del mundo”.
   La serie dirigida por David Fincher tiene un guión espectacular que se va desarrollando de una manera sorprendentemente natural durante los 13 capítulos de ambas temporadas. A mi parecer, el gran punto fuerte yace en las relaciones que los escritores trazan entre todos los personajes, desde el protagonista hasta aquellos que aparecen en dos capítulos para cambiar definitivamente el rumbo de la historia.
   En House of Cards no hay papeles chicos. Todos los personajes tienen una misión dentro de la serie, y cualquier cambio de parecer que estos puedan llegar a tener hace que los planes del congresista Underwood se vean afectados, para bien o para mal. Esto demuestra la fragilidad con la que se trabaja tanto en el guión como, llevándolo a la vida real, en la Casa Blanca y en el Congreso de los Estados Unidos.

Una casa hecha de cartas: se cae una, y amenaza con que se caigan todas.

   Seguramente, la relación que más llame la atención sea la de Frank y Claire Underwood, un matrimonio que a simple vista parece el ideal. Viven una vida con ciertos lujos en Washington, comparten el mismo punto de vista sobre las personas y parecen confiar incondicionalmente en el otro para llevar a cabo sus proyectos. Aunque, como dos personas con altas ambiciones, también se enfrentan a discusiones y egoísmos que se interponen entre sus metas personales.
   En los primeros capítulos, se cree entender el afecto que se tienen el uno al otro, pero a medida que uno avanza en la serie se da cuenta que lo que sienten mutuamente es más confuso y profundo de lo que pensábamos. “¿Qué los llevó a unirse?”, “¿hasta qué punto llega la confianza que comparten?” y “¿hasta dónde dejan de pensar en sí mismos para pensar en “ambos”?” son algunas de las preguntas que un espectador se puede hacer e incógnitas que todavía no se revelaron, hasta para quienes vieron la segunda temporada.
   House of Cards cuenta las vidas profesionales de políticos, sí, pero va más allá de eso. Cuenta cómo las personas eligen sus opciones de vida, cuáles son las razones que las hacen tomar ciertas decisiones, qué creen ver en alguien para que les genere confianza. El mismo Kevin Spacey sostuvo en una entrevista al diario El País que “esta serie de lo que trata es de las relaciones de poder, de cómo se relacionan los seres humanos, de las mismas cosas de las que hablaba Shakespeare.” La vida política es “simplemente” el contexto.
   Netflix nos presenta una historia que deja en evidencia lo vulnerable que puede ser una persona cuando se siente a salvo y lo fuerte que se vuelve cuando lucha por sus convicciones. Posiblemente, este sea el secreto de Frank Underwood: nunca sentirse seguro e ir siempre por más.
“Cazar o ser cazado”, sus propias palabras.